miércoles, 24 de enero de 2007

Cuba: dilema y esperanza

Cuba: dilema y esperanza
Pedro Campos Santos
Miércoles, 3 de enero de 2007

"…de justificaciones estamos cansados en esta Revolución…" Raúl Castro(*)

El crecimiento del 12,5 %, impacto en la cotidianeidad y significado reales

Siempre se ha dicho y la práctica lo ha demostrado, que los datos sobre
el crecimiento o decrecimiento del PIB, poco a casi nada dicen de la
realidad económica por la que atraviesan los pueblos.

El anunciado crecimiento de la economía cubana de 12.5 en el 2006, sirve
a nuestros amigos fuera de Cuba para "demostrar" los avances de nuestro
socialismo a pesar del bloqueo. Nuestros enemigos usarán el mismo número
para tratar de demostrar como en Cuba se "manipulan los datos" y atacar
la credibilidad del Gobierno Revolucionario, no importa que se diga
siempre la verdad.

Muchos artículos alabando el abultado crecimiento han sido ya escritos.
Comparar estos datos sobre crecimiento, con el resto de América Latina,
está muy bien para la propaganda fuera de Cuba. Los amigos desearían que
en muchos países de la región, las mayorías vivieran como la media
cubana. Pero este criterio no alimenta la Revolución dentro de Cuba, al
contrario, la envenena. Los cubanos queremos, necesitamos, por lo menos
recuperar los niveles de vida previos al período especial, y tales
números y comparaciones nada dicen sobre esto. Las comparaciones caben
solo con nosotros mismos, lo que fuimos y lo que aspiramos ser.

El conformismo autocomplaciente de tales balances, hace el juego al
estancamiento burocrático, nos puede llevar a la aberrante conclusión de
que así como estamos, estamos tan bien, que no necesitamos esforzarnos
mucho más, cambiar nada y muchos menos avanzar al socialismo que
necesitamos, al nuevo, al del Siglo XXI. Y sabido es que quien no
avanza, retrocede.

En realidad este crecimiento tuvo un impacto positivo pero modesto sobre
los aspectos que más golpean al cubano de a pié a saber salud,
alimentación, electricidad, vivienda y transporte. Podría resumirse de
la siguiente manera: los servicios de salud han mejorado mucho
materialmente, aunque en no pocos lugares se sintió la ausencia de
personal especializado; la alimentación normada se ha estabilizado, el
resto sigue deficitaria y con altos precios; desaparecieron los apagones
aunque aumentó el costo de la electricidad; por primera vez en muchos
años se fabricaron o completaron más de 100 mil viviendas mientras que
el existente fondo habitacional sigue deteriorándose y el transporte
urbano es pésimo, si bien mejoró el interprovincial aunque a altos
precios. En algunos aspectos estamos mejor que cuando el período
especial, en otros la situación se mantiene igual, pero en general
todavía andamos lejos de los años previos.

Según se informó en el recién concluido 8vo periodo de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, el crecimiento se había logrado gracias al
control del despilfarro y a los servicios prestados, fundamentalmente.
Se dijo también que la productividad general estuvo por debajo del
crecimiento medio del salario, lo cual no es muy fácil de entender en un
país de bajísimos sueldos para la mayoría; que la agricultura tuvo malos
resultados a pesar de la benevolencia climática, que la producción
industrial fue deficiente y está retrasada la inversión. Se comunicó que
el plan de viviendas se incumplió en un 30 % habiéndose destinado todos
los recursos que se consideraron necesarios, que el turismo no creció,
la industria azucarera no se recupera, el programa de la revolución
energética no avanza al ritmo deseado y el trasporte, según Raúl dijo,
casi había colapsado.

Tal crecimiento, por abultado que sea, originado en el ahorro y los
servicios, mientras vaya aparejado a dichas ineficiencias en el resto de
las ramas, no evidencia una clara incidencia específica en los pilares
de una economía sólida que, -para serlo- debe ser mayoritariamente
autosuficiente y proporcionalmente desarrollada.

Nos estamos engañando nosotros mismos si nos creemos que el crecimiento
implica desarrollo económico, y también nos equivocamos si creemos que
desarrollo social es más hospitales y centros docentes, más médicos y
maestros, más subsidios, más asistencia social, más beneficencia de un
Estado paternal.

La URSS llegó al cosmos, era una gran potencia nuclear y no logró
desarrollar las relaciones económico-sociales socialistas de producción
basadas en la autogestión socialista, se quedaron en el trabajo
asalariado que caracteriza al capitalismo. Por eso, fundamentalmente, el
proceso se revirtió.

El Programa energético, se espera, echará las bases para el desarrollo.
No se expresó claro si es para más "desarrollismo industrial" sobre las
mismas relaciones de producción actuales apoyadas en el trabajo
asalariado, o para el avance de las relaciones de producción sustentadas
en la autogestión socialista, que no necesitan un centavo más de
inversión, ni de un metro más de cable eléctrico para caminar, sino de
una clara disposición del Partido y el Gobierno.

Si algo dejó claro este crecimiento unido a tantas ineficiencias
señaladas, es la insospechada capacidad de los productores y la economía
cubana, una vez logrado que funcione sobre la base del interés de los
trabajadores, la autogestión obrera socialista (el cooperativitos, la
autogestión y la cogestión obrera-estatal).

Lo más importante de la Asamblea fue el señalamiento de las deficiencias

Lo más importante que ocurrió en el 8vo periodo de sesiones de la
Asamblea del Poder Popular no fue ese anuncio de crecimiento en 12,5 %,
sino el aumento de los señalamientos sobre deficiencias y los intentos
de encontrar soluciones. Ese resultado, que no llegó a ser el debate
abierto que pidió Raúl puede ser el inicio del camino a la solución de
nuestros múltiples problemas, y el que pudiera conducirnos a un franco
proceso renovador, para el cual son necesarios todavía muchos cambios en
el actual sistema de dirección de la política y la economía.

Esta vez la Asamblea no fue, como otras, tan autocomplaciente. Siempre
hubo intervenciones dedicadas a al halago pero lo publicado indica que
se señalaron problemas no resueltos, deficiencias concretas,
incumplimientos, muchas cosas fueron llamadas por sus nombres y si no se
llegó al fondo de los problemas, se estuvo rozando.

En una muestra clara del espíritu de los debates Raúl dijo: "de
justificaciones estamos cansados en esta revolución", "revolución es no
mentir", "las imprecisiones, los datos inexactos, enmascarados
consciente o inconscientemente, no pueden continuar" (*).

Raúl fue preciso al criticar el burocratismo que ha impedido el pago a
los campesinos y cooperativistas, que aportan el 65 % de los productos
agropecuarios y pidió un informe concreto a la Asamblea en su próxima
reunión sobre las causas y soluciones de este importante conflicto y se
identificó como el promotor de recientes trabajos investigativos
publicados en el periódico Granma sobre los problemas en la producción,
acopio y comercialización de alimentos.

El Ministro de Economía y Planificación José Luís Rodríguez dijo que
resolver los problemas… "…será con el esfuerzo de todos…la participación
de los trabajadores en la toma de decisiones en cada centro de trabajo…"
(*) No hizo precisiones, pero hablar de participación de los
trabajadores en las decisiones es empezar a abordar el camino correcto.
Su discurso fue más análisis de problemas que loas.

En esa misma dirección, la Ministra de Finanzas y Precio Georgina
Barreiro, al presentar el proyecto del presupuesto del Estado para 2007,
dijo "que las reuniones periódicas en los colectivos laborales para
discutir el presupuesto y controlar su ejecución se convierten en una
herramienta para alcanzar los objetivos." (**).

El espíritu autocrítico, este interés de identificar los problemas y
buscar soluciones en la participación de los trabajadores, es el primer
paso para encontrarlas. No por esos avances reales en el abordaje de los
temas podemos estar plenamente satisfechos con las discusiones y sus
resultados. Se dejaron muchas preguntas sin respuestas, bastantes
inquietudes en el aire y no pocas preocupaciones.

Raúl interpretó muy acertadamente los sentimientos populares con esa
frase que encabeza este artículo. El pueblo también está cansado ya de
justificaciones y quiere resultados palpables. Siguiendo ese espíritu,
hay algunos asuntos claves que es preciso analizar, puesto que de la
forma en que evolucionen dependerá en mucho, el futuro de la revolución,
la patria y el socialismo, que son una y la misma cosa.

El debate necesario, las discrepancias

En el VII Congreso de la FEU, Raúl planteó la necesidad del debate y el
análisis para buscar soluciones a los problemas en el marco de la
discusión colectiva. Dijo entonces el General de Ejército: "A veces hay
quien le teme al término discrepar, pero yo soy de los que digo que
mientras más se discuta, mientras más se discrepe…de esas discrepancias
siempre saldrán las mejores decisiones."

Las informaciones publicadas en la prensa plana, digital y televisiva
sobre la reciente sesión de la Asamblea del Poder Popular, no dejan
lugar a dudas de que se ha incrementado los señalamientos críticos, pero
el debate se quedó lejos de lo esperado, de esas discrepancias que pidió
Raúl. Hablaron sí los representantes del aparato burocrático del
gobierno, los que deberían hablar en nombre del pueblo no se escucharon
¿Acaso eran los mismos?.

Si bien se observa un aumento del reconocimiento de las deficiencias por
los funcionarios gubernamentales, sigue ausente el papel inquisidor de
los delegados elegidos por el pueblo. Tanto los acuerdos del reciente
XIX Congreso de la CTC, como los discursos publicados, de los dirigentes
principales en el VII Congreso de la FEU y las intervenciones de los
cuadros fundamentales del aparato estatal en la reciente sesión de la
Asamblea Nacional del Poder Popular, sugieren que las discusiones y
soluciones se están orientado al marco de lo fenoménico, sin llegar a
las raíces de los problemas.

No se trata solo de debatir, sino de establecer la libertad de discusión
suficiente, sin intentar orientar ni controlar desde arriba los debates
y las eventuales soluciones, de manera que posibilite llegar a las
causas profundas de los problemas, ir hasta el final en los análisis. Si
lo que se orienta es debatir sobre la corrupción y la indisciplina y no
sobre sus causas económicas y sociales, la dirección del debate es
unilateral, no multilateral. Mientras no discutamos los problemas de
fondo, las verdaderas causas de las insuficiencias, no encontraremos las
correctas soluciones.

Si para buscar las profundas causas de los problemas y las crisis en el
Capitalismo, debemos remitirnos a las relaciones económico-sociales que
contraen los hombres en el proceso de producción, lo mismo debemos
hacer, si queremos encontrar las verdaderas razones sistémicas que están
generando estos problemas en el funcionamiento de nuestro actual orden
económico-social.

En consecuencia deben debatirse los problemas de la propiedad, la forma
en que se realiza la gestión empresarial, la manera en que se toman las
decisiones y se controlan los recursos, la forma en que se paga a los
trabajadores, el modo en que se distribuye el excedente, y la
participación directa de todos los trabajadores en las discusiones y en
la toma de decisiones para todos los efectos en una empresa, en una
entidad productiva cualquiera.

Las consideraciones públicas que se ofrecieron en estos debates, no
abordan estos temas esenciales y siguen relacionando con los graves
problemas de corrupción y la disciplina, con la actitud de los
funcionarios administrativos y los trabajadores, factores no primarios,
sino dependientes, relacionados con la conciencia social, como la ética,
elementos todos de la superestructura que siempre dependen de la base
sobre la cual descansa, compuesta por el modo de producción. La forma de
análisis que evade estos profundos temas, nos conduce a un círculo vicioso.

Se reconoce que Raúl está imponiendo un cambio de estilo en la
dirección. La Revolución, el pueblo, esperan, necesitan más. El cambio
debe ir al fondo, y particularmente al sistema de organización de la
producción y a reivindicar el papel dirigente efectivo de los
trabajadores en la dirección empresarial y al del pueblo en el control
directo del autogobierno a todos los niveles.

Se culpa de las deficiencias a la indisciplina laboral y por tanto,
indirectamente, a los trabajadores.

La única causa común que se ha estado señalando para todas las
deficiencias, es el problema de la indisciplina laboral y las únicas dos
medidas importantes, en las que se ha hecho énfasis para resolverlas son
la aplicación de las dos resoluciones del Comité de Trabajo y Seguridad
Social sobre el cumplimiento del horario de trabajo y la jornada
laboral. Quizás sin darse cuenta este discurso está haciendo recaer toda
la responsabilidad de esos problemas en los hombros de los trabajadores,
los únicos que en verdad en este país, no tienen nada que ver con las
decisiones en ningún nivel.

Si alguna responsabilidad tienen los trabajadores en todo esto, es haber
soportado durante tantos años a todo este aparato burocrático de
gobierno demostradamente ineficiente, despilfarrador, que todo lo
complica y no mucho resuelve, pues en la práctica las acciones y
decretos efectivos los ha hecho todos el Consejo de Estado que
centralmente ha tomado todas las decisiones que la Asamblea solo
sanciona en dos días de reuniones. La Asamblea en verdad solo aprueba
decretos y leyes ya elaboradas por el gobierno.

La responsabilidad de los trabajadores está en no haber buscado la forma
de reformarlo, cambiarlo o reestructurarlo, no para dar cabida a planes
contrarrevolucionarios como el Proyecto Varela o a porquerías seudo
democráticas por el estilo que buscan restaurar el capitalismo, sino
para evitar el estancamiento actual, garantizar el avance de la
Revolución y el Socialismo y sobre todo el control popular efectivo del
pueblo sobre las instituciones de gobierno. La institucionalización no
puede ser sinónimo de burocratización.

En cierta forma, librarse de esa burocratización, es lo que trataron de
hacer Fidel con su Batalla de Ideas y Raúl con sus programas de
producciones militares, sacándolos del sistema de gobierno, el primero
para garantizar las obras y tareas que consideraba más importantes en
beneficio del pueblo, y el segundo para garantizar la autosuficiencia
del aparato militar. Ellos sabían que allí, donde abundan las trabas
burocráticas, algunas de las cuales se mencionaron en la sesión, tales
planes no iban a caminar.

Desde fuera se aprecia que los planes del Consejo de Estado y de las FAR
han sido más eficientes, han contado con más recursos, han ofrecido más
estímulos a los trabajadores y han mantenido cierta autonomía
independiente del resto de la economía. Pero no encontramos en la
Asamblea ningún análisis sobre esto.

Si la dirección en funciones quiere hacer avanzar el país, tendrán que
tener en cuenta, de alguna manera, las formas creativas en que Fidel y
Raúl han tratado de hacer funcionar los planes en que ellos concentraron
atención y recursos y realizar alguna revisión sobre la forma en que
funciona actualmente el aparato de gobierno con todo su Consejo de
Ministros, sus Ministerios, Vice-Ministerios, Direcciones, Delegaciones,
uniones de empresas, empresas, aparatos burocráticos y de cuadros,
edificios, transportes, casas de visita y costos de todo ese andamiaje.
Tal análisis implicaría la relación de subordinación real, efectiva o
más conveniente, de tal aparatazo en relación con las asambleas
correspondientes del Poder Popular.

Hay que cuidar la cohesión de las fuerzas de la Revolución

Raúl ha hablado reiteradamente de la necesaria unidad en las actuales
circunstancias que atraviesa la Revolución. La unidad bajo la guía de
Fidel ha tenido unas bases. En las nuevas condiciones esas bases pueden
cambiar. Existe un único Partido en Cuba, pero eso no quiere decir que
exista una línea unánimemente compartida. Es evidente que siendo todos
partidarios del Socialismo, hay diferencias conciliables sobre las
formas de llevarlo hacia delante y distintos sectores con intereses
propios. No reconocer esto es cerrar los ojos ante la realidad, tropezar
en algún momento con ella, y darse de bruces.

La cohesión futura probablemente no será sobre la base de nombres y
hombres, sino de principios y fines.

En la última sesión, la Asamblea -que todos los años aprueba el nombre
del próximo- decidió que el 2007 se denomine Año 49 de la Revolución y
que a partir de ahora todos los años venideros se llamarán año 50 de la
Revolución, 51 de la Revolución y así sucesivamente.

Esta decisión viola primero el carácter soberano de cada legislatura,
pues se ha pretendido desde ahora imponer a las futuras, los nombres que
se van a conceder a los próximos años. Pero además y lo más importante,
esta decisión no asume que el 2007 será el 50 Aniversario del Heroico
Asalto al Palacio Presidencial, hecho de trascendencia histórica y
revolucionaria, protagonizado por las fuerzas estudiantiles y juveniles
que combatieron la dictadura y que como dijera el mismo Raúl Castro en
el VII Congreso de la FEU, se trata de la organización revolucionaria
mas antigua de nuestro proceso, pues incluso es anterior a la formación
del Primer Partido Comunista.

Además es una singularidad del proceso revolucionario cubano, la
participación de los estudiantes y los jóvenes en la vanguardia de las
luchas sociales en esa y en todas las épocas.

De esta manera, se pasa por alto el significado del Asalto a Palacio, en
un momento tan importante para la cohesión de las fuerzas
revolucionarias signado por la enfermedad de Fidel, y cuando nuestros
estudiantes acaban de enfrentar importantes batallas orientadas por la
máxima dirección y realizar un Congreso que se ha calificado de
histórico, lo cual no solo contraviene la unión necesaria, sino que
afecta la propia credibilidad de los que dicen profesarla, además de
dañar la sensibilidad de los sobrevivientes de aquella gesta.

El mismo análisis es válido para el 50 aniversario del Levantamiento de
Cienfuegos. Se podría haber buscado una fórmula que englobara esos
acontecimientos, como "Año de los Aniversarios 50 del Ataque a Palacio y
el Alzamiento de Cienfuegos". ¿Estamos a tiempo?

De la misma manera que estas omisiones pueden afectar a algunos sectores
y fuerzas de la Revolución, responsabilizar a la indisciplina laboral de
los trabajadores, por las graves deficiencias, es echar agua al molino
de la desunión en el seno del pueblo, más aún cuando la Asamblea resultó
bastante benevolente con los incumplimientos que se identificaron.

En las nuevas circunstancias, es más necesaria que nunca la cohesión -no
la falsa unanimidad que oculta las diferencias- de las fuerzas internas
de la Revolución. Esa ligazón debe ser cuidada con esmero y -venga de
donde vega- evitarse cualquier manifestación sectaria de control
sectorial, generacional o de otro tipo. El Imperialismo está atento a
las señales que puedan surgir en este sentido, para fomentarlas y
explotarlas, como ya hicieron otras veces en épocas pasadas. Solo que
ahora con Fidel enfermo, o sin él cuando no esté, todo puede ser más
peligroso.

La disciplina que necesitamos no es precisamente de tipo militar

En los últimos meses, se aprecia una clara orientación del aparato
estatal a tratar de resolver los graves problemas económicos y sociales
que enfrentamos, a través del establecimiento de una mayor disciplina
administrativa y laboral, al estilo de las Fuerzas Armadas. Ese fue el
sentido que se imprimió al XIX Congreso de la CTC y de las dos
principales resoluciones del gobierno en relación con los problemas de
la producción, dictadas por el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social
sobre la disciplina y la jornada laboral. Fue también lo que primó en
esta sesión de la Asamblea Nacional.

El Segundo Secretario el Partido ha dicho reiteradamente -y con razón-
que la experiencia organizativa y productiva de las FAR deben ser
tenidas en cuenta en la vida civil. El también sabe que si las empresas
agrícolas e industriales de las FAR han funcionado mejor que las civiles
no fue precisamente por la disciplina militar, sino por combinar ésta
con métodos de estimulación económica y gestión colectiva. Esta otra
parte, que nada tiene que ver con lo militar, es la que debe ser tenida
en cuenta.

De esas experiencias debe tomarse lo mejor. En el Perfeccionamiento
Empresarial, que nunca se llegó a aplicar como originalmente fue
concebido para la vida civil, por todas las trabas burocráticas que
impuso el sistema estatal, están presentes elementos básicos de la
autogestión socialista, que solo necesitan ser completados con una mayor
democratización en la gestión empresarial, y el control colectivo sobre
la inversión y el reparto de utilidades.

La insistencia de Raúl en la disciplina, es lógica, pues él ha
consagrado su vida a la organización de las Fuerzas Armadas, donde la
disciplina y el mando centralizado son las vías fundamentales para
lograr buenos resultados en la preparación militar y en los eventuales
futuros combates con el enemigo, y en consecuencia, vea en la
indisciplina administrativa y laboral existente uno de los principales
problema de la economía.

Algunos compañeros temen que su insistencia en la disciplina, lleve a
otros dirigentes a realizar un traslado mecánico de los aspectos
formales de la disciplina y la exigencia de tipo militar a la vida
laboral o civil y estiman que eso sería mal interpretar sus intenciones,
deformar sus orientaciones, y complicar las relaciones laborales y sociales.

Raúl ha explicado su método de dirección colectiva con sus Generales y
el colegio de las decisiones importantes. Eso es algo muy bueno para lo
militar, pero insuficiente para el desarrollo de la sociedad y la
economía socialistas que debe basarse en la más amplia participación
democrática en las decisiones a todos los niveles, de todos los
colectivos laborales y sociales, cada uno de los cuales debe aprobar y
ser responsable de sus planes y presupuestos. Por eso más que por una
democracia participativa deberíamos trabajar por una democracia
decisoria, puesto que la participación, sin decisión es nada.

El Partido y los órganos del Poder Popular, ya fueron semi militarizados
cuando el Período Especial y al Buró Político se le confirieron entonces
facultades de decisión y cooptación que se siguen poniendo en práctica
cuando lo que corresponde ya es la celebración del VI Congreso del
Partido. Esas experiencias, que pudieron ser acertadas en tiempo de
guerra, deben cesar, y es un grave error extenderlas al resto de las
actividades de la sociedad.

Que muchos cuadros, probados revolucionarios, de la vida militar se
incorporen luego a la vida política social y productiva del país, es
lógico en nuestra sociedad, donde tan importante y decisivo papel
jugaron las instituciones armadas en el triunfo de la Revolución y en su
defensa posterior. Pero trasladar con ellos sus formas y estilos propios
a las instituciones y funciones a las que se incorporan, cuando menos,
es contraproducente y autocrático para un sistema económico y social que
debe tener bases distintas. Los intentos de imponer una organización
disciplinaria en estilo parecido a lo militar al pueblo, a los
trabajadores, a la producción, al Partido, solo podrían tener efectos
desastrosos. Los problemas sociales, económicos y políticos deben tener
soluciones congéneres.

La sociedad y la economía no funcionan en base a los mecanismos
militares. Si bien es cierto que estamos en un permanente combate con el
enemigo, este se libra en distintos campos (político, diplomático,
económico, social, cultural, militar y de seguridad, por citar los más
importantes), cada uno de los cuales tiene sus características, métodos
y leyes propios de funcionamiento que deben ser respetados y no
intercambiados. La disciplina, muy importante para lo militar, también
lo es para la vida civil y cualquier actividad social, productiva y
política, solo que cada actividad tiene su propia disciplina.

La nefasta experiencia estalinista de subordinar el Partido y la
sociedad al control de los órganos de la seguridad, y no al revés, no
deberá tener aquí ninguna posibilidad. De lo contrario, el fracaso
futuro está garantizado.

Si en lo militar, la fidelidad a la orden del Jefe, es lo fundamental en
el combate, en lo civil, lo determinante pasa a ser la fidelidad de los
jefes, a los intereses de los ciudadanos. Si la CIM (Contra Inteligencia
Militar) parte de dudar de todos y confiar solo en los fieles a los
mandos militares, en lo civil y particularmente en la vida política, hay
que dudar de todo lo que no sea fiel a los intereses del pueblo y los
trabajadores. Quien define cuáles son los intereses del pueblo y los
trabajadores, no son los jefes militares, ni los aparatos de seguridad
designados por éstos, sino la voluntad de los ciudadanos y de los
trabajadores libremente asociados y democráticamente expresada.

Cuando estaba preparando la "guerra necesaria" –puesto que no siempre lo
es-, Martí quien admiraba como nadie al Generalísimo Máximo Gómez, le
dijo: "No se manda a un pueblo como a un campamento, General". No vamos
a resolver los problemas de la economía y la sociedad con más
disciplina, como en el Ejército. Aquí los problemas tienen otra
naturaleza, otras leyes. Deben ser respetadas.

No deberán repetirse experiencias negativas pasadas, cuando a otras
instituciones y órganos del Estado se les impusieron sistemas y métodos
militares ajenos a sus funciones. El rechazo del pueblo y los
trabajadores a la insistencia en la disciplina, como vía de solución a
los problemas económicos y sociales del país, ya se palpa con el
desacuerdo de las bases a aceptar las dos resoluciones sobre disciplina
que se han querido imponer.

En el socialismo los trabajadores producen porque están convencidos de
que su trabajo crea beneficios para la sociedad, la región, el colectivo
de trabajadores y para ellos mismos. La disciplina productiva debe ser
conciente, no impuesta. Pero para lograrlo la organización de la
producción no puede seguirse basando en la centralización de la
propiedad y las decisiones y en el sistema de trabajo asalariado en
forma similar al capitalismo. Tal organización debe cambiarse a nuevas
formas socialistas de producción basadas en la autogestión social
socialista, la propiedad o el usufructo de los colectivos laborales y
sociales, la gestión democrática de la producción y la repartición
equitativa y no igualitaria del excedente, colectivamente aprobada.

Las decisiones necesarias, las que pueden solucionar nuestros problemas
de fondo, no fueron analizadas

Si es verdad que fueron muy positivos los señalamientos relativos a las
muchas deficiencias, problemáticas y carencias que afrontamos, también
lo es que no hubo ninguna convincente explicación sobre sus causas. Sólo
el informe pedido por Raúl sobre la agricultura, apunta en esa
dirección. Tampoco se aprobó ninguna medida de fondo específica para
enfrentar estos problemas, pues todo se confía a las nuevas inversiones
posibles, al ahorro, a futuros análisis y a más disciplina. Según lo
publicado, la Asamblea admitió esencialmente como bueno todo lo que se
dijo. La responsabilidad de las muchas ineficiencias quedó diluida.

Se supone que la Asamblea Nacional deba pronunciarse sobre todas estas
graves insuficiencias y exigir a los responsables en nombre de los
electores que les confirieron un mandato. Y no solo sobre
responsabilidades individuales o colectivas, sino sobre mecanismos,
métodos que facilitan o posibilitan los incumplimientos. Las
consecuencias las está pagando el pueblo y el costo en prestigio, fuerza
y popularidad va con números rojos a la cuenta ya afectada que atesora
el capital político de la Revolución que todos debemos cuidar.

En noviembre del 2005 hace ya más de un año, Fidel dijo que si no
resolvíamos los problemas que teníamos los propios revolucionarios
podríamos destruir la Revolución. Esta Asamblea no hizo mención al
respecto, que se sepa, ni recuento alguno de las medidas tomadas para
enfrentar ese llamado, salvo los ataques a la corrupción y la
indisciplina, la concentración del gasto de la divisa en una cuenta
estatal única, la Revolución energética, el envío de los estudiantes a
las gasolineras y de los dúos del Partido que pocas cosas importantes
resolvieron, medidas todas tomadas mientras Fidel no estaba enfermo.
¿Qué nuevo se ha hecho en los últimos 6 meses para responder al discurso
del Jefe de la Revolución en la Universidad?

La clase trabajadora, el pueblo, la Revolución están necesitando que se
tomen acciones concretas efectivas en cuanto a la doble circulación
monetaria, las políticas de salarios y precios, una revisión de las
formas de propiedad y producción así como del sistema de trabajo
asalariado típico del capitalismo, la descentralización de los recursos
y las decisiones, lo que significaría el verdadero control del Poder
Popular a su respectivo nivel y un conjunto de otras medidas cuya
postergación ya se hace insostenible so pena de que se haga realidad lo
señalado por el propio Comandante en Jefe en noviembre del 2005.

Ninguno de estos problemas de fondo fue abordado en esta Asamblea.
Ninguna solución se ofreció en esas direcciones.

Se sabe que a nivel de base existe una casi total apatía en relación con
la asambleas de rendición de cuenta del Poder Popular, pues siempre
ocurre lo mismo: un rosario, cada vez menor de solicitudes de los
electores, que en la próxima reunión -en su mayoría- no tienen un
respuesta efectiva, pues su solución depende de estructuras ajenas. Los
delegados elegidos por cada Municipio a la Asamblea Nacional, rara vez
se reúnen con sus electores y todos sabemos que fueron incluidos en las
candidaturas no atendiendo a los problemas y necesidades municipales,
sino a los intereses "generales" de los que decidieron la integración de
las candidaturas municipales, las que luego se nos pidió que votáramos
"unidas".

De continuar siendo estos los resultados de la Asamblea Nacional, ésta
corre el riesgo de seguir la misma suerte que las asambleas de rendición
de cuentas de delegados de base y que en las próximas elecciones, la
gente no vote por los propuestos oficialmente o simplemente no vote y se
aumente el numero de boletas en blanco y anuladas, todo lo cual unido,
ha venido creciendo y llegó a cerca del 15 % en las últimas elecciones.

Si como dijo el Presidente de la Asamblea Nacional, el compañero
Alarcón, el Poder Popular debe ser la mayor expresión de democracia y
participación popular, la primera que debe garantizar que sus acciones
reflejen esa democracia y esa participación, es precisamente la Asamblea
Nacional. Esta sesión que avanzó en cuanto al enunciado de problemas, no
ofreció las soluciones nuevas que está demandando el pueblo. Un artículo
de Juventud Rebelde, del 2 de enero del 2007, "Dibujo de la Cuba
Futura", así lo demuestra.

Es posible que estos señalamientos no sean compartidos o simplemente no
interesen a algunos compañeros que allá arriba, en sus cargos, se creen
muy seguros. Pero los revolucionarios que estamos en las base, que
estamos sintiendo el aliento del pueblo, estamos observando que cada vez
más avanza un proceso de separación gradual entre los intereses,
visiones y proyecciones del aparato central del Estado y los del pueblo.
Y desgraciadamente esto nos puede conducir al fatídico resultado
presagiado por Fidel.

El Poder Popular debe asumir su papel de representante de los intereses
del Pueblo, de fiscalizador del aparato de gobierno, de cuidador de los
recursos, bienes y dineros del pueblo; debe discutir a profundidad los
problemas y ofrecer alternativas tangentes ante las situaciones en que
nos encontramos. Si la Asamblea Nacional del Poder Popular sigue por el
camino de no aportar soluciones, dejarlo todo a la iniciativa del
gobierno, y por el inocuo trillo de quedarse en la superficie de los
problemas, estará haciendo un flaco servicio a la causa de la Revolución.

Siempre se ha dicho que no se puede ser juez y parte y ocurre que los
diputados de la Asamblea Nacional, son también los ejecutores del
presupuesto, a los que debe fiscalizar. Quizás sin caer en la trilogía
de poderes, debería pensarse en algo así como que los representantes del
pueblo, queden para fiscalizar a los ejecutantes. De manera que no se
pueda ser fiscalizador y ejecutante a la vez. Debería analizarse la
conveniencia de dividir esas dos funciones a todos los niveles del Poder
Popular.

Hacia donde vamos Ya no es posible seguir diciendo que no hay
experiencias de cómo construir la nueva sociedad, para justificar un
aferramiento a viejos y anquilosados métodos. Hay claras experiencias de
cómo NO debe ser construida y bastante material teórico, que rescatando
las esencias del marxismo-leninismo y los aportes sintéticos y prácticos
de revolucionarios posteriores, permiten definir con claridad los rasgos
más generales del nuevo socialismo, el del Siglo XXI (participación,
democracia, inclusión, autogestión e integración).

Cosas hay que decir, aunque no gusten, si queremos honestamente "amar y
construir": silenciar las diferencias bajo el supuesto de que
discutirlas favorecen al enemigo o postergarlas indefinidamente, solo
sirve para obstaculizar el avance revolucionario, y consolidar el
burocratismo, la corrupción, y el autoritarismo, echando a un lado
precisamente a los obstáculos y a los opositores de todo eso. La
incultura del debate y la intolerancia, nada tienen que ver con el
centralismo democrático, tan cercenado siempre en su segunda pero más
importante parte.

Raúl ha manifestado y la práctica de estos meses le ha dado la razón,
que el único capaz de sustituir al Comandante en Jefe, es el Partido
Comunista de Cuba. Pero en verdad, con los métodos y criterios
predominantes actuales, ni el Partido parece estar en condiciones de
enfrentar esa colosal tarea. Para llenar ese vacío y convertirse en el
sujeto apropiado de las necesarias transformaciones socialistas, el
Partido deberá cambiar muchas cosas internas aceleradamente, abandonar
el burocratismo y los métodos antidemocráticos, dirigir a través de sus
militantes y no institucionalmente, aprender de los trabajadores en
lugar de criticarlos y asumir las concepciones generales del nuevo
socialismo o socialismo del Siglo XXI, entre otras cosas.

Especialmente esa unificación práctica que existe Partido-Estado,
imposibilita al Partido jugar su verdadero papel, desgastado en cada
acción burocrática y administrativa del Estado, responsabilizado con
cada hecho que ocurre. A los dirigentes del Partido se les ha convertido
en burócratas del aparato estatal responsables de todo. Eso, que en
América Latina lo llaman partidocracia, debe superarse.

Ya cuando el Llamado democrático de Raúl al IV Congreso del Partido en
1990, éstas y otras deficiencias en el trabajo del Partido y los Poderes
Populares fueron expresadas. Sería conveniente retomar aquellos
señalamientos y hacer las readecuaciones necesarias, entonces postergadas.

Los errores pasados no se resuelven enterrándolos en el olvido de
quienes los cometieron, sino enmendándolos, para que puedan recibir
adecuada sepultura en el recuerdo de los perjudicados. Esto también es
muy importante para la cohesión interna de la Revolución.

La reacción popular ante la enfermedad y la proclama de Fidel, no debe
interpretarse como la extensión de un cheque en blanco al equipo que
aparece en la Proclama, sino más bien como una muestra de respeto y
cariño al Jefe histórico, y en todo caso la aceptación de un indefinido
compás de espera, con la esperanza de que los "continuadores" aporten
soluciones a los graves problemas que enfrenta nuestro pueblo. Esto es
una realidad palpable en las masas.

Es un grave error pensar que más subsidios para la alimentación, el
transporte y la vivienda, van a resolver las insatisfacciones de las
masas. No debe menospreciarse el grado de maduración política y cultural
de nuestro pueblo, de nuestros trabajadores. Más que mejoras materiales
subsidiadas, los trabajadores demandan respeto y reconocimiento real a
su trabajo y a su autocapacidad reproductiva. Si se quiere que la gente
viva de su faena, respétese el trabajo que es su medio de vida y
aplíquese en buena ley el pago por trabajo, pero no por la burocrática
definición de un salario desvinculado de los resultados concretos de la
producción, sino en forma equitativa y democráticamente decidida por el
colectivo de trabajadores, de acuerdo con las nuevas relaciones
socialistas de producción. Esto es impostergable.

Seguir creyendo que el Estado todo poderoso, todo poseedor, benefactor,
con una "mejor" distribución del ingreso, podría satisfacer las
acumuladas necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo,
podría llevarnos -en breve- al desastre que se quiere evitar. Más que un
Estado "benevolente y repartidor" la gente, la sociedad y la propia
economía necesitan un Estado que propicie más participación y decisión
popular. Ya Martí, en 1884, hace 123 años nos previno contra el Estado
paternalista. Entiéndase que sin Fidel al mando, nada podrá ser, ni
hacerse igual.

En particular, los presupuestos y las inversiones tanto a nivel
empresarial, como en las distintas instancias del Poder Popular,
incluido el Presupuesto Nacional, deben ser aprobados por todos los
interesados y no solo por los representantes de estos. Así el
presupuesto de una empresa debe ser aprobado por todo su colectivo y el
Presupuesto Nacional, luego de amplia discusión, sometido a referendo
nacional.

Los peligros que advirtiera el Comandante en Jefe, en la Universidad en
Noviembre del 2005 no han desaparecido, pues ningún cambio trascendente
hacia más socialismo, ha ocurrido aún. En todo caso, pueden acrecentarse
con su ausencia y pudieran aumentar aún más con eventuales
modificaciones en la política –no en los objetivos- del Imperialismo
estadounidense hacia el aflojamiento de tensiones y el desbloqueo, que
harían menos justificables la escasez y la continuación de políticas
autoritarias y estato centristas.

Con más de lo mismo, no lograremos avanzar. Tampoco con un desarrollismo
que siga acrecentando el potencial del capital productivo en manos del
aparato estatal. Solo la más amplia participación democrática de los
trabajadores y ciudadanos en la propiedad colectiva, directa o
usufructuaria, sobre los medios de producción; en la administración, la
gestión y las decisiones que los afectan; y en el control y distribución
de la riqueza producida, permitirá superar la corrupción y el
despilfarro, hacer que la gente sienta suya la propiedad y avanzar a
nuevos estadios de desarrollo social.

Acójase todo lo aquí expresado como otra exhortación más a la necesidad
de encarar en conjunto, pensar todos, como ya nos pidió Fidel cuando la
celebración del VI Pleno del CC, para encontrar la manera de enfrentar
colectivamente estos problemas de la construcción socialista en las
nuevas condiciones. Para muchos parece estar ya claro, que no podemos
seguir con el sistema burocrático excesivamente centralizado actual,
basado en el trabajo asalariado y la propiedad estatal que es de todos y
nadie responde por ella. Las ideas básicas, centrales del Socialismo del
Siglo XXI existen, se conocen, se manifiestan en nuestra sociedad, ya
echan raíces en tierra americana ¿Hay alguna otra opción?

Al hombre que ha representado una Revolución, solo puede sustituirlo
otra Revolución, la que no hemos terminado y nos corresponde hacer en
las relaciones de producción, distribución y consumo, dejando atrás las
viejas concepciones del socialismo de Estado basadas en la propiedad
estatal y el trabajo asalariado y avanzar a las socialistas, sustentadas
en que los colectivos laborales y sociales detenten la propiedad o el
usufructo de los medios de producción, la gestión democrática y el
control del excedente, proceso que debe extenderse socialmente.

La ausencia física del Comandante en Jefe, transitoria, prolongada o
indefinida, solo nos puede servir de estímulo para buscar la forma de
garantizar la continuidad de su obra.

La irreversibilidad de la Revolución podemos y tenemos que conquistarla;
pero solo estará garantizada cuando también lo esté la autogestión
social socialista.

* Informaciones aludidas sobre el 8vo Periodo de sesiones de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, tomadas del periódico Granma del 23 de
diciembre del 2006.

** Intervención de la Ministra en la Asamblea del Poder Popular.

perucho1949@yahoo.es


http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9142974.asp

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