lunes, 30 de abril de 2007

Ganando tiempo

Economía
Ganando tiempo

La morosidad en el pago de los electrodomésticos: ¿Un desquite
encubierto contra las autoridades o la constatación de que no da la cuenta?

Federico Fornés, La Habana

lunes 30 de abril de 2007 6:00:00


¿Boicot? No, si pensamos en los colonos norteamericanos y el embargo del
té o en el Ghandi de la resistencia a los productos ingleses. Pero,
salvando las distancias, algo de eso hay en los miles de cubanos que no
pagan sus deudas con el banco.

"Hay facilidades, pero así y todo el dinero no me alcanza", explica
Elvia, madre de dos hijos y residente en la provincia de Sancti Spíritus.

Esta joven es una de los miles de cubanos que han contraído deudas con
el banco en el contexto de la llamada "revolución energética".

Adquirió por reposición un refrigerador de poco más de 3.000 pesos. Tuvo
que entregar "el frío ruso" para obtener un equipo chino "más chiquito,
pero menos gastador de corriente".

Como tecnóloga en alimentos, gana cerca de 300 pesos y algún que otro
fin de semana viaja a La Habana para vender queso a veinticinco pesos la
libra. Evade las requisas en los trenes con una mochila de doble fondo.

"Me las veo negra con los dos chiquillos", comenta antes de tomar el
tren que la devolverá a su ciudad. En total recorrerá poco más de 600
kilómetros en diez horas del sábado. Extenuante. Sin embargo, su rostro
transpira felicidad. Ha vendido todo el queso blanco.

Pese a los dividendos de su negocio lácteo, esporádico y riesgoso, Elvia
es técnicamente una morosa. No paga en tiempo las cuotas del préstamo
bancario. El interés es de apenas el dos por ciento, tomando en cuenta
su salario oficial.

Soberón aclara 'el concepto'

En diciembre último, el gobierno lanzó la alarma. Al hablar ante la
Asamblea Nacional, el ministro-presidente del Banco Central, Francisco
Soberón, precisó que el impago de los equipos electrodomésticos
alcanzaba poco más del 30%.

El alto cargo señaló la existencia de comisiones a nivel municipal que
analizaban individualmente cada caso y buscaban soluciones.

Soberón fue crítico con las deficiencias organizativas en todo este
proceso. Hasta diciembre, el Estado había suministrado a la población
unos doce millones de artículos entre cocinas, ollas y calentadores
eléctricos.

En unos meses, los bancos otorgaron cerca de tres millones de créditos,
lo que significó, según el titular, un volumen financiero equivalente al
7% del Producto Interno Bruto del país.

"El concepto es recaudar el dinero por los artículos entregados a los
ciudadanos", dijo entonces Soberón ante los diputados, recordando de
soslayo que la reducción de la liquidez monetaria sigue siendo una
prioridad del gobierno para controlar en algo la inflación rampante.

En una reunión, a mediados de marzo último, entre el vicepresidente
Carlos Lage y los presidentes provinciales del Poder Popular se supo que
el pago de artículos acumulaba el 74%, lo que para las autoridades
bancarias significaba un respiro.

Un par de meses atrás, las cosas habían llegado a un punto muerto. El
Estado paralizó la distribución de los artículos en espera del dinero de
los morosos y evitando que otros hicieran lo mismo. La medida repletó
los almacenes y comenzaron las consabidas fugas hacia el mercado sumergido.

Hoy se puede adquirir por 200 ó 250 pesos convertibles un equipo de aire
acondicionado. Sólo tiene que dar con el trabajador social adecuado o,
en su defecto, con la conexión entre este último y el comprador dinero
en mano.

La lista del Cerro

A un almacén de Centro Habana llegó un camión con treinta equipos. La
responsable del lugar obligó a sus transportistas a abrir la mercancía
caja por caja. "Había seis vacías. Me negué a aceptar el lote", recuerda
la funcionaria.

En Ciudamar, una barriada del conflictivo municipio capitalino de San
Miguel del Padrón, una bodega embargó la cuota de aceite y otra la de
cigarrillos, en espera de que los remisos pagasen sus deudas. La medida
alborotó al vecindario y tuvo que ser recusada.

En el también capitalino municipio Cerro los retardados en los pagos van
a parar a la picota pública. Sus nombres aparecen en listas colocadas en
las bodegas.

"La mayoría de la gente que no paga alega la falta de dinero y que los
equipos son caros", reconoció un trabajador social involucrado en este
programa.

"Antes del contrato se explican bien los precios y las obligaciones que
contraen. Nadie puede decir que no sabía", añade este joven, uno de los
tantos integrantes del cuerpo de trabajadores sociales empleados en
"operaciones anticorrupción".

Tomando como referencia el salario promedio en Cuba, que es de 250
pesos, la cocina eléctrica significa el 40% de una mensualidad, una olla
eléctrica, 50%, y una olla eléctrica multipropósito excede en 40% el
estándar.

El ventilador, un aparato insoslayable en los hogares dado los fatigosos
veranos, sobrepasa en más de cien pesos tal indicador.

Un plomero a domicilio admite que sus ingresos son muy superiores a la
media y que no tendrá problemas en pagar los equipos. Sin embargo,
remite otras quejas.

"Me gasté un chorro de pesos arreglando el refrigerador americano de mis
padres. Tuve que entregarlo funcionando y ahora me gasto otro chorro en
el nuevo", explica enojado.

El refrigerador más barato supera en doce veces el salario promedio,
mientras que el más caro en veinticuatro veces.

¿Adelantos o expolios?

De acuerdo con cifras oficiales, el 80% de los núcleos familiares puede
hoy cocinar con electricidad, debido a la "entrega" (venta) de módulos
de cocción en sustitución de combustibles tradicionales de alto costo y
nocivos para la salud, como el queroseno.

La medida, además, desaceleró la depredación de los bosques, que en los
años noventa habían sido agresivamente diezmados por la necesidad de
leña como combustible doméstico. Según el gobierno, el consumo anual de
electricidad en el país aumentó sólo el 7% en 2005, pese a que unos
120.000 nuevos clientes se conectaron al sistema energético nacional.

Sin embargo, los altos costos de la tarifa eléctrica en la Isla
convierten los adelantos en sangrías económicas para las familias de
pocos o medios ingresos.

"No puedo hervir agua con la cocina eléctrica. La luz se me monta en más
de cien pesos", dice quejumbroso un jubilado que vive con su esposa,
quien recibe doscientos pesos de retiro.

Aunque clorada en más del 90%, el agua en Cuba es potencialmente fuente
de disentería y los medios recomiendan hervirla si se quiere prevenir
enfermedades.

Al comienzo de la distribución de los enseres, que arrancó en las
provincias del oriente y centro de la Isla, muchos viajaban hacia la
capital para revender los artículos. Se les ubicaba fácilmente en la
terminal de trenes de la Habana Vieja. Tal práctica ha disminuido, pero
aún algunos llegan a la capital y vocean su mercancía en las calles.

Así, un juego de dos cazuelas y sartén de teflón cuesta en el mercado
negro entre 10 y 15 convertibles, unos 375 pesos.

"Dicen que son una maravilla. La comida no se pega al fondo", comenta un
ama de casa que espera pagarlas a plazo. "Pienso cumplir con el banco",
asevera con seguridad.

Para ella es un golpe bajo a la "revolución energética" de Fidel Castro
que la gente no honre sus compromisos. Para otros es sólo una cuestión
de números. "La cuenta no da", alegan con una matemática implacable.

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