domingo, 31 de agosto de 2008

Cuba, tristes paradojas

Cuba, tristes paradojas

El comunismo en Cuba ha vivido en una crisis económica permanente. No es
de extrañar. La productividad del trabajo esclavo siempre ha sido baja.
Por cierto, aunque los cubanos de hoy viven mejor que los de la colonia,
sin duda envidiarían el funche, la comida diaria de aquéllos: harina de
maíz, plátanos o boniatos junto con casi media libra de tasajo o
bacalao. Lamentablemente, la dictadura cubana ha conseguido sobrevivir.
La razón ha estado en políticas inefectivas, la popularidad del
antiamericanismo y porque siempre ha conseguido quien la mantenga.
Primero fue la URSS, ahora es Chávez. Las raíces ideológicas de la
revolución no parecen estar tanto en Marx o en Lenin como en Alberto
Yarini, el famoso proxeneta habanero de principios del siglo XX.

La miseria y desesperanza del pueblo cubano entrañan terribles
consecuencias para el futuro de la nación. Desde hace muchos años, Cuba
tiene un crecimiento demográfico cero. En el 2006, el índice de
natalidad fue el más bajo en 60 años. Si a eso le sumamos que los
jóvenes cubanos están verdaderamente obsedidos por irse del país, no
puede sorprender que la población en edad laboral se esté contrayendo.
No es por gusto que Raúl Castro esté llamando a los maestros jubilados a
reincorporarse a sus trabajos. Pronto también va a tener que llamar a
los obreros de la construcción y a los macheteros jubilados. Cuba se
está convirtiendo, aceleradamente, en un país de viejos. Las tierras
cultivadas de la isla han disminuido en un 33%. Es como si un par de
provincias se hubieran convertido en desiertos. ¿Quién va a cultivarlas?

En los últimos meses esta crisis endémica se ha visto agravada por el
súbito aumento del precio del petróleo y los alimentos. Raúl Castro
quisiera salir de tal situación porque está afectando los ingresos de la
dictadura y dificultando el trabajo de administrar su finca, es decir,
la isla. Y piensa hacerlo apretando económicamente a la población. El
centro de su último discurso estuvo en anunciar el fin de los subsidios
y los servicios gratuitos, y el inicio de los impuestos, particularmente
a los pequeños agricultores. Su diatriba contra el igualitarismo y el
anuncio de la eliminación de ciertos topes salariales va a tener
resultados sumamente limitados. La miseria, el endeudamiento y la ínfima
productividad laboral hacen imposible cualquier elevación de los
ingresos reales de la población. Por consiguiente, la falta de estímulo
para trabajar, el robo y los desvíos de recursos van a seguir más o
menos iguales. No hay llamamientos a la burocracia ni incrementos de la
represión que puedan cambiar esa realidad.

Es una situación desesperada para el pueblo. ¿Lo será también para la
nomenklatura? Seguramente, pensarán algunos, porque le tienen miedo a
una explosión social. ¿Lo tendrán realmente? Yo no veo los síntomas de
una explosión social por ninguna parte. Hasta ahora, la desesperación de
la gente y particularmente de los jóvenes no se ha convertido en un
estímulo para luchar contra el régimen sino para irse del país. La ley
de Ajuste Cubano y las 20 mil visas anuales para Estados Unidos le
garantizan una válvula de escape a los cubanos, y a la dictadura. Es
natural que las grandes mayorías no arriesguen la vida o la cárcel si
tienen otras alternativas. Mientras no cambie la política de EE.UU., lo
único que va a cambiar en Cuba es el número de emigrantes. Los
disidentes necesitan el respaldo activo de las masas para conseguir
cambios significativos. De otra forma, sólo pueden aspirar a sobrevivir.

Protestas sociales forzarían al régimen a hacer cambios políticos, como
los que se hicieron en China en la década de los 80. Además de un
profundo cambio en su política agraria, el gobierno chino devolvió
depósitos bancarios que habían sido confiscados así como oro, bonos y
casas de antiguos "capitalistas'' perseguidos. Esos beneficiados no
fueron muchos, apenas unos 700,000, pero las medidas tuvieron una enorme
repercusión social. El Partido Comunista estableció el retiro
obligatorio de todos los funcionarios, relajó los controles sobre la
sociedad civil y facilitó el acceso al capital de las empresas privadas.
Por otra parte, cedió poder aumentando el papel del Congreso Nacional
del Pueblo. Por aquella época, un desastre en una plataforma petrolera
provocó que el Congreso celebrara audiencias en las que testimoniaron
funcionarios del Ministerio del Petróleo y que culminaron con el despido
del ministro negligente.

Todo esto cambió en 1990, cuando el partido dio marcha atrás y, entre
otras cosas, le prohibió al Congreso evaluar a funcionarios del
gobierno. Desde entonces se han producido cientos de desastres
laborales, pero ningún dirigente a nivel de ministro o gobernador de
provincia ha sido hecho responsable. El crecimiento económico de China
pasó a caracterizarse por el papel de las inversiones extranjeras,
fuertemente atraídas por la liberalización de los 80, así como por el
despilfarro, la corrupción y un gran desequilibrio interno. Pero China
sacó más gente de la pobreza entre 1980 y 1984 que entre 1990 y el 2005.

La gran lección de China ha sido el efecto extraordinariamente
dinamizante que puede tener cualquier liberalización política sobre la
vida económica. Hasta ahora, sin embargo, Raúl Castro no ha dado ninguna
señal de estarla contemplando. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Dónde está
la amenaza contra el régimen? El aumento del descontento social no ha
significado un aumento de las protestas populares sino un aumento de la
lucha por emigrar. Y, en ese contexto, la culpa de los problemas no la
tiene la dictadura castrista sino... los Estados Unidos, por no recibir
a toda la población de la isla. Tristes paradojas de la situación
cubana, producto de una política inconsecuente.

http://www.laprensa.com.ni/archivo/2008/agosto/17/noticias/opinion/278067.shtml

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