viernes, 30 de mayo de 2014

El embargo y el poder absoluto

El embargo y el poder absoluto

Levantar o flexibilizar el embargo fortalecerá el poder de los Castro.

Ningún beneficio económico justifica la ausencia de democracia

viernes, mayo 30, 2014 | Miriam Celaya



LA HABANA, Cuba -En la última semana han estado circulando numerosas

opiniones acerca de la carta enviada al presidente de EEUU, suscrita por

empresarios, intelectuales y personalidades de la política, tanto

estadounidenses como cubano-americanos, pidiendo a éste una mayor

flexibilización del embargo. Los criterios del debate desatado a raíz de

la publicación de dicha carta demuestran a la vez la relevancia de las

relaciones entre los gobiernos de ambos países en una eventual

transición política en Cuba y la complejidad derivada de las múltiples

aristas de un diferendo demasiado prolongado en el tiempo.



Hasta el momento se desconoce cuál sería la estrategia a seguir para un

"acercamiento" al régimen que condujera a un avance efectivo en materia

de derechos humanos y democracia en la Isla. Las posiciones extremas han

matizado una polémica que –a juzgar por las señales que se están

emitiendo– busca dirimirse entre el poder económico del exilio

interesado en invertir en Cuba, algunos sectores de la política

estadounidense y el poder político del régimen cubano. ¿Y qué papel

juegan en todo esto los cubanos comunes? El de receptores pasivos, tal

como ha estado ocurriendo en los últimos 55 años.



Es incuestionable que bajo condiciones de poder absoluto todo el

beneficio de un levantamiento o flexibilización incondicional del

embargo redundará a favor de la consolidación del poder de los Castro y

su élite. Sin embargo, ¿significa esto que el embargo, o –como ciertos

sectores proponen– su recrudecimiento, es positivo para el presente y

futuro de los cubanos? En un momento en que el gobierno de la Isla

necesita desesperadamente de capitales derivados de la inversión

extranjera, ¿no sería posible para los interlocutores de un diálogo

establecer una agenda racional que propicie la evolución a un escenario

político plural e inclusivo para los cubanos?



Pero esto conduce a otras interrogantes no menos importantes: ¿existe al

menos la intención de crear dicha agenda?, ¿estarían invitados los

sectores opositores y de la sociedad civil a participar en su

confección?, ¿quiénes serían los garantes que asumirían el compromiso

público de su cumplimiento?



Sin haber obtenido respuestas a estas cuestiones esenciales no estaremos

a las puertas de un diálogo que apunte a una solución para los cubanos,

sino ante un arreglo que exigiría de éstos otra demostración de fe, tal

como aquella que 50 años atrás hizo posible el empoderamiento de una

dictadura. Es así que, incluso para algunos de los que nos hemos

declarado opuestos al embargo como política obsoleta y retrógrada, una

flexibilización unilateral e incondicional de éste podría ser más

perjudicial que beneficiosa en la actual coyuntura, habida cuenta de la

capacidad del régimen para maniobrar con ventaja en situaciones

críticas. Una negociación, para ser efectiva, requiere de determinadas

condiciones.



Por otra parte, el recrudecimiento del embargo solo conduciría a mayores

penurias para los cubanos, a la acentuación de la violencia en Cuba, al

éxodo y a la posibilidad de un caos social de consecuencias

impredecibles. Ningún líder opositor estaría en condiciones de controlar

semejante escenario.



Como se ve, no es un problema simple.



La oposición cubana duda



A nivel interno, entre los opositores de la Isla predomina un clima de

reserva acerca de la eficacia de una propuesta "negociadora" que no ha

sido claramente definida. Así, ante la inexistencia de fórmulas que

permitan avizorar ventajas concretas para los cubanos o conquistas

democráticas largamente anheladas, todo optimismo resulta intangible.



De flexibilizarse incondicionalmente el embargo, el gobierno de la Isla

estaría ganando tiempo y consolidando su poder económico. En

consecuencia, correríamos el riesgo de "avanzar" en reversa, hacia un

capitalismo con la élite Castro en el poder, un escenario nefasto.



El éxito de la negociación consistiría, entonces, en trazar una

estrategia tan inteligente e innovadora que posibilite que los

intercambios comerciales y las inversiones derivadas de la

"flexibilización" lleguen, en efecto, a los cubanos, y que ellos puedan

"ganar autonomía", y avanzar en sus libertades, en un plazo que las

partes considerasen razonable. Porque ningún discreto beneficio

económico justifica la ausencia de derechos políticos y cívicos.



Los temores de la oposición no son infundados. Ciertas personalidades

interpretan a conveniencia el efecto de las reformas raulistas,

magnificándolas, lo cual es más alarmante si el criterio parte de un

político experimentado, como Arturo Valenzuela –uno de los firmantes de

la referida carta al presidente Barack Obama–, quien considera la

liberación de "los intercambios con Cuba" como "una forma de dar poder a

los ciudadanos cubanos (…) la mejor manera de empoderar al pueblo".

Valenzuela habla de "una Cuba que está cambiando significativamente".

(Entrevista publicada por BBC Mundo el 19 de mayo de 2014). Y en

realidad no miente: Cuba está cambiando, pero no exactamente para

beneficio de los cubanos, como lo demuestran el empeoramiento de la

economía tras seis años de "actualización del modelo", el éxodo

creciente hacia el extranjero y el incremento de la represión contra la

disidencia.



Pudiera entenderse que Valenzuela no necesariamente esté interesado en

el aspecto de las libertades cívicas de los cubanos. A fin de cuentas,

es un político de un país extranjero y, como tal, defiende otros

intereses, no los nuestros. Sin embargo, sus afirmaciones rayan en el

insulto cuando afirma que "Hay un cambio en la política en Cuba en que

los ciudadanos están siendo animados a desarrollar su potencial

empresarial. En este momento, alrededor de medio millón de empresarios

están empezando a reescribir la historia de su país iniciando su propio

negocio, creando empleos para sus familias y comunidades". Obviamente,

se refiere en esos pomposos términos a los proto-empresarios de

timbiriche –dígase propietarios de "paladares", comerciantes de

carretillas, taxistas, quincalleros de tarimas y toda la gama etiquetada

bajo el rótulo oficial de "cuentapropistas"–, de los cuales solo una

ínfima minoría clasificaría como empresario bajo los estándares de un

país medianamente decente. De hecho, esa "sociedad civil" cubana ni

siquiera tiene el derecho de asociarse libremente.



Por otra parte, resulta contraproducente que ninguna propuesta de las

que propugnan "el impulso de la sociedad civil cubana" incluya al menos

una representación de ésta en sus planes pro-democracia. Al parecer,

ningún aspirante a interlocutor-mediador reconoce un mínimo de talento o

de legitimidad entre nosotros.



En este sentido la experiencia de 2010 fue aleccionadora, cuando la

Iglesia Católica medió con el gobierno (por solicitud de éste) en el

proceso de liberación de los presos de la Primavera Negra, sin que ello

haya arrojado hasta hoy avance alguno en cuanto al respeto a las

libertades y derechos de ellos o del resto de los cubanos. Las

expectativas que despertó aquel proceso terminaron en otro naufragio cívico.



Ciertamente, la sociedad civil es un sector minoritario y débil, como

corresponde a una nación que ha vivido más de medio siglo bajo

condiciones de dictadura. Sin embargo, no por ello los sectores

influyentes del exilio deberían excluir las voces disidentes y los

reclamos de los opositores en cuanto al derecho a participar en las

transformaciones que han estado demandando a lo largo de décadas. Tal

exclusión se extiende no solo a los defensores acérrimos del

endurecimiento del embargo, sino incluso a los sectores disidentes que

se han manifestado contrarios al éste. El pretexto más socorrido es que

el régimen no aprobaría una negociación donde la oposición estuviera

representada. Así, pues, resulta más productivo ignorarla.



Queda claro que estamos viviendo tiempos de cambio, aunque nadie sepa a

ciencia cierta si serán para mejor. Dado que seguimos siendo la cometa a

merced del cordel y de los vientos, no estaría mal que, por una vez, al

menos sepamos hacia dónde nos conducen.



Source: El embargo y el poder absoluto | Cubanet -

http://www.cubanet.org/destacados/el-embargo-y-el-poder-absoluto/

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