miércoles, 16 de agosto de 2006

La economia cubana despues de Fidel

La economía cubana después de Fidel

Cuba requiere de inversiones extranjeras, ingresos por turismo, del
suministro preferencial de petróleo como de otras ayudas desde
Venezuela, y de la remesa de dólares del exilio a sus familiares, para
poder pagar sus importaciones. La proximidad a las costas
estadounidenses representa la ventaja comparativa más importante de la
economía cubana. La isla pudiera convertirse en un importante surtidor
de verduras, frutas y otros productos a Florida y estados cercanos
(Edición 94/ Páginas 6 y 7 )

Humberto García Larralde Economista, profesor de la UCV
humgarl@cantv.net
[14-08-2006 11:37 ] Aunque es difícil asegurar que la actual crisis de
salud de Fidel Castro marca su salida definitiva del poder, sus 80 años
indican que este momento se acerca y justifican reflexionar sobre el
futuro de la economía cubana una vez él no esté.

El modelo caduco

A pocos años de la revolución, en el marco de la Guerra Fría entre las
dos superpotencias, Cuba pasó a depender económicamente de la ayuda
soviética, empujada por su enemistad con los Estados Unidos. Carmelo
Mesa Lago apunta en su obra Buscando un modelo económico en América
Latina, ¿Mercado, socialista o mixto?: Chile, Cuba y Costa Rica, de la
Editorial Nueva Sociedad (2002), que Cuba recibió de la Unión Soviética,
entre 1960 y 1990, el equivalente a 65 mil millones de dólares en
condiciones muy generosas, sin contar con otros créditos y ayudas del
Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), de otros países del este
europeo y de China. Dos tercios de esa ayuda fue en donaciones no
reembolsables –compras de azúcar a precios por encima de su cotización
internacional y ventas de petróleo a precios subsidiados, por encima de
sus necesidades, para que la isla negociara el excedente en el mercado
mundial. Cuba no pagó prácticamente nada del restante monto en créditos
y préstamos. Adicionalmente, la URSS donó armamentos y demás recursos
para las Fuerzas Armadas Cubanas y financió sus aventuras bélicas en África.

Esta masiva transferencia de recursos fue crucial para que Cuba
conquistara mejoras en el campo de la educación y la salud, y para que
su población disfrutara de niveles de vida similares en promedio a los
de otras economías latinoamericanas de igual tamaño, aunque bajo un
estricto régimen de racionamiento. Lamentablemente, como en el caso del
petróleo para Venezuela, permitió también que el régimen se
desentendiera de los criterios de racionalidad que habrían de prevalecer
de no contar con esos recursos. Por el contrario, las ansias desmedidas
de poder de Fidel Castro llevaron a estatizar casi toda la producción y
a subordinar la economía a un control centralizado que respondía sólo a
imperativos político-ideológicos.

Una economía así no funciona sin ingentes recursos externos y ello se
puso de manifiesto dolorosamente con la desaparición del "campo
socialista" en 1990. Para paliar la crisis que se le vino encima, el
gobierno cubano permitió un mayor número de actividades por cuenta
propia (reparación de automóviles, electrodomésticos, servicios
personales varios), la existencia de paladares (pequeños restaurantes
caseros a los que le son prohibidos emplear personal ajeno a la familia)
y de los mercados campesinos, y legalizó la circulación del dólar
estadounidense. Pero en 2005, ante la mejora en la situación económica
–atribuida en parte a la "generosidad" venezolana–, fueron de nuevo
restringidas las licencias para la realización de estas actividades. No
fue, por lo tanto, una toma tardía de conciencia respecto a las bondades
de la iniciativa privada la que explica las reformas de los noventa,
sino la mera necesidad de supervivencia. El retorno a mayores controles
refleja que para Fidel la racionalidad económica ocupaba un segundo
lugar ante los criterios estrictamente políticos, evitar que el
desarrollo de actividades independientes del Estado redundase en una
pérdida de control sobre la sociedad, y amenazara su ejercicio
totalitario del poder.

Algunas perspectivas

Sin el carisma, la ascendencia y la autoridad indiscutida de Fidel
Castro, es poco probable que el sistema cubano se mantenga igual. Ello
plantea significativos retos a su economía, cuyo enfrentamiento exitoso
dependerá del proceso político que habrá de transitar una Cuba post
Fidel. Los aparentes preparativos de la actual dirigencia permiten
asomar la hipótesis de que es improbable un repentino vacío de poder que
provoque el retorno inmediato de la democracia y la instauración de una
economía de mercado. Bajo este escenario, es previsible más bien un
período de transición caracterizado por la tensión entre los deseos de
la dirigencia por mantener el control y la necesidad de introducir
reformas, que habrá de traducirse en cambios políticos y económicos en
principio limitados. Sin embargo, la ayuda económica del gobierno
venezolano y el apoyo del presidente Chávez a los sectores más
retrógrados de la elite cubana puede sofocar las presiones de cambio en
el corto plazo e incluso, provocar un endurecimiento de su actitud ante
el temor de perder sus posiciones de mando.

Cuba requiere de inversiones extranjeras, ingresos por turismo, del
suministro preferencial de petróleo como de otras ayudas desde
Venezuela, y de la remesa de dólares del exilio cubano a sus familiares,
para poder pagar sus importaciones de bienes, insumos y equipos. Además,
la magnitud de la deuda externa (unos 20 mil millones de dólares)
quintuplica su capacidad anual de exportación, por lo que sin su
condonación parcial es inmanejable. Sin embargo, las autoridades cubanas
se han negado a entrar en negociaciones para reestructurar esta deuda,
que simplemente no paga. Por otro lado, los acreedores probablemente
sujetarían cualquier condonación a que el Gobierno se comprometiese a
transitar hacia la democracia. Cabe mencionar, además, que el flujo
esperado de capitales estadounidenses a la isla y/o la instrumentación
de un plan para la transición como el ideado por la administración Bush
habrá que aguardar una evolución favorable en el plano político y
presupone el levantamiento del embargo económico y de la Ley Helms Burton.

Actualmente existen inversiones extranjeras en actividades turísticas,
la explotación del níquel y del cobalto, las telecomunicaciones, el
tratamiento y comercialización del tabaco, la producción de petróleo,
gas y cemento, algunos servicios bancarios y un grupo de pequeñas y
medianas empresas orientadas a la exportación. Ello habría proporcionado
unos cinco mil millones de dólares al régimen castrista. Es de esperar
que el proceso de privatización continúe, a pesar de cambios políticos
radicales, en áreas de la minería como en servicios públicos severamente
deteriorados. En particular, la atracción de mayor inversión extranjera
requerirá también de importantes inversiones en infraestructura física.
Asimismo, existen demandas importantes de saneamiento ambiental en
bahías y ríos que deben ser encaradas.

Cuba dispone de una población comparativamente bien educada con relación
a otros países del área y en algunos sectores como la biotecnología, con
altos niveles de especialización, lo cual pudiera ser atractivo para
importantes inversiones o joint ventures (caso de empresas farmacéuticas
internacionales), de adecuarse los aspectos legales respectivos. Incluso
en la agricultura, a pesar de su notable atraso y del deterioro de la
industria del azúcar, existen conocimientos y habilidades que pudieran
convertir a algunos rubros en competitivos con la ayuda del capital
privado y de la tecnología extranjera. Si se sortean provechosamente las
causas que hoy siembran desconfianza mutua entre cubanos de la isla y
del exilio –la Ley Helms Burton podría alentar a algunos expatriados a
intentar recuperar sus antiguas propiedades en Cuba, atemorizando a la
población que actualmente las usufructúa–, habría una inmediata
disponibilidad de capitales dispuestos a desarrollar negocios y a
generar empleo productivo. Finalmente, la proximidad a las costas
estadounidenses representa la ventaja comparativa más importante de la
economía cubana. De darse los pasos políticos apropiados, la isla
pudiera convertirse en el tiempo en un importante surtidor de verduras,
frutas y otros productos a Florida y estados aledaños.

Empresa militar

Sin embargo, la "desestatización" de la economía no parte de cero. De
hecho, se vienen "privatizando" empresas de propiedad estatal para
conformar corporaciones diversas pertenecientes al aparato
político-militar. Según analistas especializados, como Jaime Suchlicki,
autor de Cuba sin Castro (2005), unas dos terceras partes de la economía
cubana se encuentra actualmente bajo el control militar o de militares
retirados. Si bien ello ha introducido criterios de rentabilidad en la
gestión económica, también constituye la base de un capitalismo de
Estado que pudiese retrasar reformas ulteriores. Asimismo, se han
ofrecido incentivos fiscales, facilidades para la repatriación de
capitales y garantías de estabilidad laboral a bajo costo, para
constituir empresas mixtas con capital extranjero, tentándolo con la
posibilidad de extraer rentas monopólicas. En ausencia de leyes que
protejan a usuarios y trabajadores, podría germinar un "capitalismo
salvaje", como el de China. Por último, de desmoronarse el control de la
actual dirigencia, la posición privilegiada que actualmente disfrutan
miembros prominentes de la nomenklatura pudiera hacer de éstos los
principales beneficiarios de cualquier proceso desordenado de
privatización, creando una especie de mafia empresarial –como sucedió en
Rusia. En conjunto, representan poderosos intereses creados capaces de
descarrilar eventuales reformas hacia una economía abierta y competitiva.

Otra significativa traba es la inexistencia de un estado de derecho que
le dé seguridades a las nuevas inversiones y permita la instauración
progresiva de una economía de mercado. Es notorio el manejo político de
la justicia, la ausencia de mecanismos ágiles y confiables para dirimir
conflictos entre privados, la inexistencia de una legislación que ampare
la propiedad privada en toda su extensión e, incluso, la desaparición de
los registros mercantiles y los catastros. ¿Hasta qué punto puede la
actual dirigencia introducir las reformas requeridas en estos y en otros
aspectos como se hizo en China, sin verse obligado a conceder
importantes libertades ciudadanas?

La transición exitosa a una economía de mercado requerirá también de un
manejo adecuado de las variables macroeconómicas, para lo cual la
economía cerrada está poco preparada y carece de las instituciones
adecuadas. En particular, debe evitarse un desplome en el valor del
peso, con impactos negativos sobre el poder de compra del cubano que
puedan provocar reacciones que hagan peligrar el proceso de cambio. Por
demás, el desempleo disfrazado habrá de dar paso a empresas e
instituciones con una planta laboral más reducida, que pueda
financiarse, lo cual impondrá significativas presiones sobre la
seguridad social de la isla.

En fin, todo hace pensar en la necesidad de un proceso cauteloso de
cambio que requerirá de la actual dirigencia político militar, del
exilio cubano, la disidencia interna y el gobierno estadounidense,
inteligencia y madurez para evitar las pasiones y poder echar las bases
de un proceso de transición que habrá de beneficiar a todos los cubanos.
Lamentablemente, los reflejos condicionados y los odios acumulados luego
de 47 años de enfrentamiento no permiten ser muy optimistas al respecto.

Espíritu emprendedor

En el caso de producirse el escenario más favorable en el plano político
para una transición rápida a un régimen democrático y a una economía de
mercado, debe tomarse en cuenta el lastre que significa el impacto de
más de cuatro décadas de comunismo en los valores éticos de la
población. Muchos bienes de consumo que compra el cubano de a pie son de
procedencia ilícita, producto de hurtos en fábricas o tiendas oficiales.
La doble moral del discurso oficial, de negar cínicamente la penetración
creciente de las fuerzas de mercado mientras intenta neutralizarlas con
represión, sólo contribuye a acentuar la ambivalencia frente a la ley.
Ello ha producido un serio deterioro del sentido de responsabilidad
ciudadana y requerirá un serio esfuerzo de parte del sistema de
enseñanza pública, como de los medios de comunicación social, para
restablecer la moral y los valores de una "civilidad democrática",
destaca el analista cubano Enrique Collazo Pérez (en el artículo
"perspectiva de la economía cubana tras la apertura democrática",
Dialnet, 2003). Sin embargo, en las dos ocasiones en que se evidenció
una apertura importante de la economía –la de los años noventa y antes,
posterior a las reformas de principios de los ochenta– se manifestó un
espíritu emprendedor y una avidez por aprovechar las nuevas libertades
lo suficientemente difundido como para augurar una pronta capacidad de
respuesta de presentarse las oportunidades para ello. La adaptación y el
emprendimiento demostrado por cubanos que inmigran a Estados Unidos
abogan también a favor de esta conclusión.

http://www.descifrado.com/articulo.php?idart=18632&cat=Descifrado%20en%20la%20Calle

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