jueves, 24 de julio de 2014

Profesión: 'maquillista' de autos

Profesión: 'maquillista' de autos
ORLANDO PALMA, La Habana | Julio 16, 2014

Yasser mira el auto con desgano. Había jurado que no repararía ningún
auto soviético más, pero ha aparecido este y el dueño tiene dinero y
prisa. Con apenas 25 años, este joven se vanagloria de poseer "las
mejores manos de La Habana" para arreglar carros. Lo mismo hace
chapistería que pintura o retoques, y sus clientes están dispuestos a
pagar muy bien si su automóvil queda con apariencia de nuevo.

"Maquillar" viejos vehículos para comercializarlos como si fueran nuevos
deja buenos dividendos. La especialidad de Yasser es hacer que el
aspecto impecable del auto dure lo suficiente para concretar la
compra-venta. "Soy maquillista", dice de sí mismo y se ríe enseñando un
diente de oro. Trabaja en un taller del Estado cercano a la avenida
Rancho Boyeros, pero su negocio particular no está registrado en ninguna
parte. No paga impuestos, ni tiene a los inspectores respirándole en la
nuca.

Este "artista de la lata" se gana la vida en una amplia nave de una
empresa de reparación de vehículos mayores. "Entre col y col, lechuga",
dice, al explicar que así es como combina su jornada para la entidad
estatal con sus propios encargos. "Aquí tengo comodidad para trabajar y
nadie se mete conmigo". Mientras cuenta esto, procede a empapelar con
hojas del periódico Granma toda las ventanillas del viejo Moskvitch.
Retira también las alfombras y un ayudante monta el auto "en burro",
para manipularlo mejor.

"¿Tú ves este carro?", le pregunta a un mecánico que pasa con un
pantalón azul gastado, lleno de grasa y mugre. "Tiene la misma edad que
yo, es del 89". Yasser alardea de sus conocimientos sobre las marcas y
los años de fabricación de cada modelo: "Este es de los últimos
Moskvitch que entraron a Cuba, los Alekos, porque después de esto ya
todo se jodió en la Unión Soviética y no mandaron más". Una portada de
Granma que anuncia la última sesión ordinaria de la Asamblea Nacional
queda desplegada sobre el parabrisas.

El Moskvitch Aleko 2141 fue uno de los últimos vehículos que se
entregaron por el sistema de meritocracia. En su momento, conseguir uno
de aquellos flamantes autos significaba un importante símbolo de
estatus. El que Yasser repara ahora, de tipo hatchback y tracción
delantera, le fue otorgado a un alto directivo de la Ópera por su
intachable conducta laboral y política. Su dueño estuvo luchando, con
poco éxito y durante años, por mantenerlo en funcionamiento.

"No tenía dinero para la gasolina y cada vez que se le rompía una pieza,
aquello era un dolor de cabeza", cuenta el orondo propietario de antaño.
El hombre se ha convertido en un jubilado que sueña con el dinero que le
pagarán por su "tarecovich", como burlonamente sus hijos se refieren al
vehículo. Los trabajadores vanguardia de aquel entonces se rinden ante
la evidencia de que pudieron más las leyes del mercado que la
estimulación socialista. Ahora hay que hacer casi todo lo contrario de
lo que se hacía en los años setenta y ochenta, cuando la dedicación al
trabajo y la fidelidad ideológica eran la moneda de cambio para obtener
desde una lavadora hasta un carro. Hoy el camino es recibir remesas,
trabajar en una firma extranjera, delinquir, dedicarse a alguna próspera
actividad por cuenta propia o pertenecer a la élite en el poder.

La empresa que fabricaba los Moskvitch, ubicada en Moscú, quebró con la
caída del socialismo en Rusia y sus clientes cubanos se quedaron con el
problema de encontrar las piezas de repuesto. Sin embargo, en el mercado
ilegal hay una buena circulación de partes y accesorios. Es posible
encontrar un Aleko también en anuncios clasificados por un precio que
oscila de 9.000 CUC a 16.000 CUC (entre 10.000 USD y 17.600 USD), según
su estado técnico. El costo depende también de "la pacotilla" que se le
haya agregado, como las pantallas para visualizar multimedias, un módulo
de aire acondicionado, la automatización de las ventanillas y las
llamadas "gomas cómicas" que no son más que neumáticos modernos, con sus
respectivas llantas llamativas y brillantes, a las que hay que hacer una
adaptación para que encajen en el eje del auto ruso.

Uno de los trucos de Yasser y otros colegas maquillistas consiste en
agregarle talco a la pintura para ocultar las imperfecciones. Entre capa
y capa, se coloca el polvo que tapará los arañazos, cubrirá las
abolladuras y le dará a toda la superficie un acabado liso e impecable.
Pero en unos meses se aflojará la capa y el ingenuo comprador descubrirá
que le han dado gato por liebre.

Antes de la pintura, Yasser debe saber si el dueño está dispuesto a
chapistear o sólo quiere que le pongan masilla al carro. "No, nada de
chapisteo, que eso cuesta mucho, yo quiero algo rápido que no suba tanto
el costo",dice la mayoría de los clientes. Todo es más fácil así: se
buscan los golpes, los arañazos, las abolladuras y se le pasa una pasta
que va emparejando las hendiduras con el resto de la placa de metal.
Donde hay óxido se raspa muy ligeramente, sin profundizar demasiado,
para evitar que se abra un hueco.

La mayor parte del material que se usa en el negocio del "maquillaje de
autos" procede del mercado informal, pero también de las tiendas en
pesos convertibles. "La pintura yo la consigo por la izquierda, pero
algunas cosas como las lijas las compro en la tienda del Tángana",
cuenta el maquillista mientras prepara la pistola a presión para pintar.

Son cerca de las seis de la tarde y todo el personal que trabaja en el
taller se ha ido. "Esta es la hora que me gusta a mi, cuando los jefes
se van y yo puedo dedicarme a mi pincha", es lo último que se le escucha
a Yasser antes de ponerse una máscara de protección y meterse en " la
capilla" donde pintará el Aleko. A la mañana siguiente vendrá otra vez
el propietario, por aquello de que "el ojo del amo engorda al caballo" y
también porque nadie se aleja de un carro demasiado tiempo. El robo de
vehículos para su posterior venta en piezas es la pesadilla de los
conductores.

El Moskvitch tendrá que secarse durante varios días en los que todos
cruzan los dedos para que no llueva. La humedad le sienta fatal a la
pintura. Después se procederá a instalar de nuevo los faros, la defensa,
el guardafango, las manillas de las puertas y todo el salón interior. La
etapa más difícil del trabajo cosmético habrá terminado, pero todavía
quedan horas de labor. "Todo lo que brille tengo que pulirlo un poco,
para que dé sensación de nuevo", dice el artista del engaño al revelar
algunos de sus trucos.

En este caso el precio se ha ido por encima de lo pactado, porque las
puertas no cerraban bien –como en casi todos los autos soviéticos que
circulan por Cuba- y Yasser tuvo que ajustarlas. El tanque de gasolina
tiene un pequeño salidero que deja una mancha sobre el pavimento cuando
el auto está parqueado, y el radiador es una bomba de tiempo, que en
pocas semanas dará serios problemas. Un fallo eléctrico se solucionó
poniendo algunas conexiones directas y cancelando parte de la pizarra de
controles. Una decisión peligrosa y arriesgada, "pero ese será el
maletín del que lo compre", asegura el impaciente vendedor.

Unos días después el Moskvitch queda listo para colocarle un cartel de
"Se Vende" y mostrarlo cerca del parque de La Fraternidad. Por allí
pasarán los posibles compradores, harán preguntas y querrán probar el
vehículo. No hay nada que temer, Yasser ha hecho un buen trabajo. El
maquillaje durará lo suficiente para engatusar a alguien. ¿Y después?
"Pues después ya es muy tarde para reclamaciones. Pero ya me prometí que
este era el último carro soviético que iba a arreglar".

Source: Profesión: 'maquillista' de autos -
http://www.14ymedio.com/nacional/carro_0_1597040286.html

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